La oradora by Traci Chee

La oradora by Traci Chee

autor:Traci Chee [Chee, Traci]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2018-04-30T16:00:00+00:00


* * *

Siempre, cada noche después de esa, él soñaba. Lloraba. Sentía pánico. Era peor desde que había recuperado la memoria. Nada le hubiera gustado más que entrenar, pelear, desfogar la violencia ahogando a alguien en ella. Le hubiera ayudado, lo sabía. Le hubiera permitido sentirse de nuevo en su piel. Pero ahora temía ser él mismo.

Así que aguardó. Aguardó hasta que estuvieron agazapados en una colina por encima del campamento de los inscriptores, donde las cabañas y el comedor en planta de cruz quedaban prácticamente sobre la playa erizada de escarcha. Más allá había una ensenada, y el océano del norte como un tajo de acero.

Sefia y los Sangradores, un sobrenombre que habían acogido con tanto entusiasmo como Kaito, se agrupaban alrededor de Archer, mientras él disponía piedras y bellotas para representar toscamente el campo enemigo.

—Los chicos están encerrados aquí, en el lado sur —dijo, señalando una de las piedras.

Gracias al Libro, conocían el número de sus enemigos y sus movimientos, y a esta hora tan cercana de la cena, la mayoría se encontraba en el comedor, con otros pocos en las cabañas circundantes.

—Scarza, tú y tu escuadra tomarán las cabañas de la parte norte. Frey, las del sur.

Miró a Kaito, que seguramente querría formar parte del asalto principal contra el comedor. A pesar de las fricciones de los últimos dos días, Archer hubiera querido que él los acompañara; al fin y al cabo era su mejor luchador. Pero según el Libro, se suponía que Kaito debía ayudar a Sefia a liberar a los muchachos prisioneros, y el resto de los Sangradores no querían ni pensar en cambiar el curso de los hechos.

—No te preocupes, hermano —la voz de Kaito se oía áspera de amargura—. Con la hechicera de nuestra parte, no podemos fallar.

Sefia le dirigió una mirada furibunda.

—Lo que está escrito siempre termina por suceder —salmodió Aljan.

Archer podía sentir la batalla que se avecinaba precipitadamente hacia él, oscura y furiosa, tan cerca ya que casi podía saborearla.

La anhelaba. La necesitaba. Si no podía participar en ella iba a explotar.

—Vamos —dijo.

Las escuadras de Sangradores se dividieron y atravesaron la oscuridad, desplegándose entre las cabañas mientras Archer encabezaba al resto hacia el comedor.

Al llegar a los escalones sin ser vistos, miró a su alrededor. Los demás se hallaban en sus posiciones. Todos estaban preparados.

Levantó la mano hacia la perilla de la puerta, y un copo de nieve solitario flotó hasta caer en su muñeca, perfecto, frágil, fugaz. Remolinos de blancura cayeron en espirales desde el cielo como cosa de magia.

La primera nevada de la temporada.

La primera nevada de su vida.

El campamento cayó en un silencio mortal.

Abrió la puerta de un empellón. Los disparos atravesaron el aire como trocitos de hielo sobre una estufa caliente.

Hacía menos de dos días de la batalla en el rancho, pero Archer sintió este combate como un largo trago de agua tras una semana en el desierto. Abrió gargantas, perforó cráneos, cortó tendones y dislocó huesos. Cada uno de sus movimientos era fluido, limpio, como seda ondulándose sobre la superficie del agua.



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